Cuando llegaron a nuestro lado, apenas 30 metros nos separaban del restaurante chino en donde habían estado cenando, sus rostros reflejaban el pesado camino de 30 años.
Vestían de fiesta, negro y lentejuelas. Desenfadadas y ruidosas se dedicaban a reír y a conversar unas con otras.
Juro que eran jóvenes cuando salieron del local, chicas celebrando su graduación, pensé.
De todas formas, era sólo el aviso, a modo de avanzadilla, de lo que estaba por pasar esa noche...
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